Guerrilla

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lunes, 28 de diciembre de 2020

Recordando a José Luis Amador.



Frente a uno de los libros que José Luis me regaló, leo la dedicatoria y sus notas manuscritas en los márgenes de las páginas. El fin de las certidumbres, del físico ruso y premio Nobel de química Ilya Prigogine. De acuerdo con lo anunciado en el título, las leyes de la física cuántica -así como de la dinámica clásica- no expresan más que probabilidades, nunca certidumbres. Así fue siempre, por otra parte, en lo que respecta a las vidas humanas y, tan acostumbrados como estamos al caos en nuestras biografías, casi ni sorprende que el Universo abandonara por fin el determinismo y se humanizara. La suerte y la desgracia nos trajeron hasta aquí; el 22 de diciembre, el cuerpo de José Luis Amador no pudo luchar más y entró en equilibrio con su entorno. Pero su muerte es mucho más que un dato en las cifras de la pandemia, la vida de un hombre resulta irreductible a una estadística y no tengo tan claro que haya entrado por completo en el no-ser, abandonando por completo la existencia. El no ser, la muerte, la nada, son conceptos negativos que sólo tienen sentido al hacer referencia a una realidad previa, preexistente y por tanto de estatus ontológico primordial, como una antítesis a su tesis. Prefiero recordar aquí algún aspecto de su vida, al menos de la que tuve la fortuna de compartir.

Conocí a José Luis Amador en el primero de mis cuatro años en el Arcas Meca de Lorca. Él llevaba ya muchos, presa de las vicisitudes de un profesor de filosofía que no conseguía regresar a Granada. Por más que uno esté acostumbrado, siempre resulta difícil llegar a una ciudad nueva, hacerse cargo de tus clases cuando no conoces a nadie, tampoco los usos, costumbres y peculiaridades de cada instituto. Por añadidura, si los alumnos disfrutaron de un buen profesor el año anterior, la cosa se te complica. Los adolescentes son leales a sus odios y sus amores, y ellos hubieran querido seguir con José Luis; así me lo hicieron saber desde la primera clase. También a él cuando lo paraban por los pasillos. En este gremio, como en otros, no faltan los egos grandes y los corazones mezquinos, y rara vez un compañero o un padre se te acerca para contarte que tus alumnos están contentos contigo, que les gustan tus clases, etc. Esto ocurre también en las juntas de evaluación, algunos tutores se complacen en referir detalladas quejas de sus compañeros, pero se cuidan mucho de decir algo bueno de ellos. Pero él no funcionaba así. Se preocupó de hablar siempre bien de mí a los alumnos, de recomendarme, como luego supe, de asegurarles -aunque apenas me conocía entonces- que estarían muy bien conmigo, en definitiva y generoso como era, de echarme un cable cuando lo necesitaba.

José Luis Amador era consciente del vínculo intelectual y emocional que generaba con su alumnado. Los trataba como a compañeros de viaje, no se lo jugaba todo a la erudición, hablaba con ellos y verdaderamente los escuchaba; cuando pasabas por sus clases, a menudo se oían las risas y el buen humor que contagiaba. Parecía mucho más joven; su daimon era, como le dije muchas veces, el de un “Sócrates granaíno” alegre y curioso, irónico, pero siempre amable. Esos valores no nacieron con él y no morirán, permanecen y gracias a él se multiplicarán, pues ha dejado huella, me consta, en cientos de estudiantes que ahora lamentan su pérdida. Siguió leyendo y alimentando su curiosidad y la de sus alumnos hasta el final. Recuerdo cómo se rebelaba ante el ejército de pedagogos y burócratas que contaminan la enseñanza. Cuando regresó al fin a Granada poco a poco la distancia se fue imponiendo y las llamadas de teléfono se espaciaron. Ahora me pesa, claro. Aún así me llamó cuando se enteró de que podía necesitarle, y no puedo olvidarlo. Me siento muy afortunado de haberle conocido y de que me contara entre sus amigos. Ha dejado un lugar mejor del que encontró y, si algo le fue dado, lo devolvió con creces. Te abrazo ahora con el pensamiento, Amador, ojalá logremos preservar cuanto nos enseñaste. Que la tierra te sea leve.

14 comentarios:

  1. Que bonito Pedro,a mí me gustaría que un amigo me recordara así, él estará encantado de tu recuerdo.Gracias

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  2. Precioso regalo hecho de palabras habitadas de recuerdos y lazos anudados en tu corazón.Te acompaño en el sentimiento amigo🖤

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  3. Pedro, bonitas palabras las tuyas dedicadas hacia José Luis. Buen profesor, compañero y persona, que no olvidaremos por mucho tiempo que pase.

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  4. Gracias por este homenaje a José Luis. Es verdad, él estaría encantado con tus palabras Pedro

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  5. Muy emocionada por su recuerdo. Grandísima persona, compañero, profesor,..... Nunca desaparecerás.

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  6. "Volverás a mi huerto y a mi higuera,
    por los altos andamios de las flores
    pajareará tu alma colmenera....
    que tenemos que hablar de muchas cosas,
    compañero del alma, compañero".

    Gracias Pedro por tu homenaje a nuestro amigo y compañero.

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  7. Preciosas y merecidas palabras. Un gran hombre que ha dejado huella e sus alumnos.... aún recuerdo mi primera clase de filosofía, al terminar la clase supe que era alguien muy especial. Siento mucho, muchísimo leer esta noticia... buen viaje!!

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  8. Muchas gracias, Pedro por estas preciosas palabras. Todavía me duele mucho esta noticia, pero han conseguido confortarme

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  9. Mis hijos pasaron por sus clases y siempre comentaban anécdotas y cariño hacia su profe Amador Siempre le recordaran

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  10. Compañero, Pedro, tu y yo compartimos generacion en la facultad, años antes, José Luis Amador, me enseñó como buen "Socrates Granadino" la mayeutica de la vida misma.
    Era, es, y será un ser mas allá del tiempo y el espacio.
    Qué acertadas y emocionantes tus palabras en este homenaje.

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  11. Muchas gracias a vosotros por la lectura y el comentario. Os mando un abrazo a todos.

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  12. Bonito cuando las palabras son sentimiento.

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  13. El texto en si es muy bonito, pero es infinitamente bonito que tomes ese afán en la enseñanza que compartas viaje con tus alumnos y sigas predicando algo que aprendiste de él, pues entonces siempre seguirá con nosotros

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